Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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martes, 31 de marzo de 2009

Consiliencia y especialidades neuronales




La red neuronal es un sistema complejo, difícilmente abarcable desde una sola especialidad.  

No hay un cerebro psicológico, otro mental y otro físico. No parece, por tanto, justificado trocear el conocimiento de la actividad neuronal. La trinidad profesional: tres especialidades endiosadas en una especialidad única (por supuesto también endiosada) no existe: cada una va por su lado. 

La migraña es la consecuencia de una disfunción cerebral. Para los neurólogos se trata de un problema de moléculas (genes y neurotransmisores). Los Psiquiatras se desentienden del asunto pues lo suyo es "la mente" y los Psicólogos aportan terapias de adaptación al padecimiento sin construir ninguna doctrina que explique su origen. Eso queda para los neurólogos que son los que, por acuerdo no escrito, son los que entienden de la materia. 

Una actitud convergente (consiliente) propiciaría una dinámica mucho más productiva. 

En el blog iré desgranando comentarios que contengan, de forma desordenada (aparentemente) ideas de apariencia variable (física, mental o psicológica). Espero que con ello se consiga una idea de migraña que permita comprender el núcleo fundamental del encendido anómalo de la tormenta migrañosa: un error en la evaluación de peligro por parte del cerebro. 

¿Qué se quiere decir con esto: que es un problema mental... psicológico... neurológico...? 

Nada de eso y todo a la vez: es una cuestión de neuronas.   

Empieza a ser una obligación moral para los profesionales de la neurona promover teorías que contengan todo el conocimiento disponible sobre su actividad promoviendo encuentros entre las tres grandes ramas de la Neuronología. 

En el momento actual nada hace pensar que esto vaya a suceder, sino, más bien, lo contrario. 




  

Edward Osborne Wilson


Edward Osborne Wilson es un biólogo estadounidense, nacido en Birmingham (Alabama) en 1929. Un accidente de pesca le dejó tuerto a los 7 años, obligándole a desviar su pasión por mamíferos y aves hacia las hormigas. 

Recibió el premio Crafoord, concedido por la Academia Sueca a las disciplinas científicas no contempladas en los Nobel, la medalla nacional de la Ciencia, y ganó el premio Pulitzer en dos ocasiones. 

Su interés por las hormigas le permitió reflexionar sobre la biología de las especies sociales dando la razón a Karl Marx sobre el comunismo como forma exitosa de organización social... para las hormigas. 

Defiende la existencia de pautas biológicas de conducta social compartidas por todas las especies, incluida la humana. Creó el término de Sociobiología para la disciplina que las estudia. 

En una época en la que se defendía que la mente humana era un producto cultural poco influido por la presión determinista de los genes, sus propuestas causaron una respuesta airada e injustificada por parte de la comunidad científica. 

Dió notoriedad al término consilience cuya traducción aproximada al castellano es convergencia. Contiene la idea de unidad del conocimiento, la complementariedad de las aportaciones de los investigadores de cada disciplina, la conveniencia de integrar el saber.

Steven Johnson es un divulgador de la Ciencia que ha escrito, entre otros, un interesante ensayo: Sistemas emergentes; ¿qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software?

Desde el espíritu de este blog de buscar consiliencia-convergencia entre todas las disciplinas que puedan ayudarnos a entender desde la Ciencia el proceso migrañoso parece oportuno presentar al gran biólogo americano como autor calurosamente recomendado.  

 




lunes, 30 de marzo de 2009

Frenología


Franz Joseph Gall (1758-1828) fué un médico alemán interesado por el estudio de la mente. Desarrolló la teoría de que el cerebro estaba constituido por 27 órganos, cada uno de los cuales se encargaba de una función concreta. Cada individuo tenía, de forma innata, un dotación variable de capacidades y, por tanto, un desarrollo singular de cada uno de los supuestos órganos.

El volumen variable de cada zona se reflejaba, segúa Gall, en una conformación externa del cráneo y así la exploración de la forma externa craneal permitía describir las capacidades y temperamentos de cada uno e influir, por ejemplo en la selección de personal para puestos de trabajo o como pareja.

Si bien la propuesta de F.J. Gall era descabellada, fué una idea precursora de las teorías "localizacionistas" actuales que consideran que las funciones del cerebro se localizan en determinados zonas cerebrales (el modelo de los módulos o de la "navaja suiza"). Esta sugerencia es, en parte, correcta pero no es posible deducirla palpando y midiendo el cráneo (tal como sugería Gall).

La tendencia a localizar de forma simple el origen de los problemas, el reduccionismo, ha facilitado avances considerables en la Ciencia pero cuando no se complementa con la visión integrada de otros factores produce teorías excesivamente tocadas de la complacencia de tenerlo ya todo explicado con un gen, un neurotransmisor o una imagen. 

El gen de la migraña, la serotonina, las arterias, la CGRP (una molécula más), los canales iónicos, las mitocondrias...

Los neurólogos van variando la localización del problema migrañoso. 

Los avances en técnicas de imagen (Resonancia Magnética, PET, Magnetoencefalografía) están prestando valiosos servicios en el diagnóstico de enfermedades y la investigación de los procesos básicos de la actividad neuronal pero inducen a conclusiones precipitadas triunfalistas por parte de los clínicos. 

La Resonancia magnética funcional, por ejemplo, permite generar imágenes coloreadas acopladas a diversos estados psicológicos, ejecución de tareas, acciones... y, por supuesto, migrañas. 

Las imágenes se obtienen midiendo la actividad de las conexiones entre neuronas (sinapsis) a través de variaciones metabólicas (consumo de glucosa, oxígeno,) o introduciendo marcadores radioactivos. Todo muy espectacular pero realmente poco informativo (en este terreno). 

Imagine que quiere investigar lo que se cuece en las oficinas de la sede del gobierno y para ello utiliza los consumos de luz en los distintos despachos. Da lo mismo que las luces se hayan encendido para limpiar, celebrar un cumpleaños, debatir una cuestión para aprobar una ley o para derogarla. Cuanto más torpes sean los ponentes más consumo de luz, etc. 

Los artículos más "científicos" sobre una crisis política serían los listados de factura de la luz convenientemente convertidos en colorines, proyectados sobre una fotografía del edificio del gobierno. 

Algunos investigadores no ven ninguna diferencia entre los desvaríos de Gall y el entusiasmo de lo científicos de la imagen en colores y hablan de "la Frenología del siglo XXI". 

Tengo la sensación de que he perdido muchas horas de estudio intentando localizar lo que hace cada zona cerebral, cada neurotransmisor, cada gen y cada proteína. Es todo endiabladamente complejo y cambiante y, además, está al servicio de la ejecución de programas que previamente ha decidido activar la red neuronal. 

Hay mucha excitación por conocer el qué el cómo y el dónde de los procesos neuronales y ninguno por los por qué y para qué. Ahora, cuando leo un titular de un nuevo artículo de Neuroimagen sobre el dónde del dolor, pienso para mí: 

                                          ¿y...a mí qué?

 

    


domingo, 29 de marzo de 2009

Sintomas sin explicación médica


Un considerable porcentaje de los recursos sanitarios se dedica a evaluar y resolver o paliar (generalmente con poco éxito) padecimientos para los que la más sofisticada tecnología no encuentra una explicación. 

La migraña forma parte de este voluminoso apartado de sufrimiento de origen misterioso. 

El cerebro contiene las claves de la resolución del misterio. No hay mas que tenerlo en cuenta, reflexionar sobre el día a día de su ajetreo neuronal, de su responsabilidad en la gestión de la prevención de lo que cree es peligroso, para entender el despropósito de la crisis migrañosa. 

Hasta la última década del pasado siglo, se afirmaba oficialmente que el cerebro no intervenía en la generación del dolor. Es una afirmación equivalente a negar la responsabilidad del riñón en la producción de orina. 

Esta sorprendente negación subsistía porque no era posible confirmarla o refutarla. 

La llegada de nueva y potente tecnología ha señalado correctamente el lugar donde se construye la percepción de dolor y de cualquier otra. Todo lo que vemos, oimos, padecemos, disfrutamos y tememos surge del cerebro. 

El conocimiento sobre cerebro y dolor debiera disolver la cultura migrañosa pero las poderosas fuerzas del orgullo identitario profesional, de los guardianes de las esencias de "lo migrañoso", mantienen la indisolubilidad de lo defendido: 

No es el cerebro como totalidad sino algún neurotransmisor deficitario, alguna arteria sensible o lo que en ese momento toque dejándose arrastrar por el empuje de la corriente de la incontenible marea de los descubrimientos en Biología molecular.  

La neblina migrañosa y otras brumas (fibromialgia, fatiga crónica, colon irritable, cistitis intersticial...) no se despejarán hasta que no se vuelva la atención hacia el cerebro como órgano complejo difícilmente troceable. 

Los síntomas sin explicación médica son, en realidad, síntomas con explicación cerebral, es decir, biológica. 

Biología no es igual a Química. Sólo hay moléculas, es cierto, pero son moléculas que han compartido Historia (Sociología molecular)  

 

El sentido del peligro


El sentido del daño, a través de los nociceptores, los sensores de lo dañino (temperaturas extremas, estirones, desgarros, compresiones, ácidos, falta de oxígeno, gérmenes...) detecta la muerte violenta ya consumada o inminente de células y tejidos y activa las respuesta defensivas oportunas (inflamación frente al daño consumado o evitación en el inminente).  

El ideal defensivo es el de la evitación del daño, detectando a distancia (en el tiempo y/o en el espacio) al enemigo.

Cada especie dispone de recursos propios que le permiten "sentir" el peligro. Todo tipo de señales sensoriales (sonidos, imágenes, olores, sabores) contienen información a distancia sobre agentes y estados potencialmente nocivos. Su detección activa la correspondiente reacción de evitación (reacción de lucha-huida) preventiva. 
 
Algunas señales de alarma están codificadas en el genoma y activan, de forma refleja, la respuesta de alejamiento o recelo: estímulos novedosos, estímulos intensos,  malos olores, sabor amargo, precipicios, serpientes, arañas... 

Sin embargo la mayoría de las señales de peligro se codifican en nuestra especie por aprendizaje y, a su vez, el aprendizaje se produce por experiencia propia, observación de sucesos ajenos y, muy especialmente en el humán, por instrucción. 

El cerebro humano está determinado genéticamente a observar y copiar. El proceso de copiado es básicamente inconsciente y supone la vía fundamental de adquisición de pautas de conducta defensivas. 

El sentido del peligro está atento a activar las alarmas cuando se da cualquier circunstancia codificada como señal amenazante. 

Las señales pueden ser cualquier cosa: un momento (fines de semana, al despertar, una vez cada 15 días...), un lugar (el puesto de trabajo, una cafetería, el campo...), un alimento (el famoso chocolate, los cacahuetes o un poco de alcohol...), cualquier cambio meteorológico o , en definitiva, cualquier incidencia que el cerebro registre como significativa.

La cultura migrañosa contiene un amplio conjunto de señales a las que se atribuye, erróneamente, peligrosidad para la cabeza. 

El cerebro de Homo sapiens es especialmente cándido y existe una alta probabilidad de que acoja como válidas las falsas advertencias de la instrucción cultural. 

Afortunadamente, la cultura contiene también el antídoto contra los tóxicos que ella misma contiene: el conocimiento. Sin embargo el universo de las creencias incluye la propiedad del engatusamiento, de la adhesión incondicional, del orgullo identitario y el rechazo de lo extraño (xenofobia). 

En la consulta me esfuerzo en explicar a los pacientes con migraña, lo que sabemos sobre neuronas y respuestas de defensa y su inevitable y estrecha dependencia de lo que creemos. Tras un largo rato de escucha aparente, algunos pacientes comentan: "no estoy de acuerdo, no me convence". 

El comentario es comprensible pero no tiene sentido. Expresa la resistencia a sustituir creencia por conocimiento, adoctrinamiento por pedagogía. 

viernes, 27 de marzo de 2009

Ciencia, cultura y mercado





Ciencia: lo que sabemos

Cultura: lo que nos cuentan

Mercado: lo que nos venden

La información contiene siempre una parte de conocimiento, otra de cultura y otra de mercado. 

Sobre la migraña sabemos cosas, nos cuentan (creemos) otras y nos ofertan consejos y soluciones.

El médico (en la Universidad) y el ciudadano (en múltiples ámbitos) son receptores de información. Ninguno de ellos tiene la certeza de que esa información contenga sólamente conocimiento fiable y no, como es inevitable, una cuota variable de cultura y mercado. 

Sabemos que el dolor (sea de la cabeza o del codo) es un producto resultante de una compleja actividad neuronal en la que se funde (binding) el trabajo de múltiples zonas cerebrales que hacen su trabajo con el conocimiento guardado en sus archivos de memoria y la información que llega, en tiempo real, por los sentidos.

Nos cuentan que la migraña es una enfermedad genética que enciende, de forma sensible, unos circuitos que contienen el programa dolor, vómito e intolerancia sensorial y...

Nos ofrecen unos consejos de estilo de vida (dormir lo justo, no estresarse, no comer chocolate, no exponerse a los cambios de tiempo, no viajar, no variar las hormonas femeninas...) y unas correcciones químicas (analgésicos-antiinflamatorios, antiepilépticos, antidepresivos, betabloqueantes, antagonistas del calcio...) que normalicen las supuestas anomalías intracraneales...

El conocimiento sobre lo que realmente sucede en una crisis de dolor (sea o no migrañoso) no es público. Cuando lo presentamos, resulta novedoso y, en muchos casos, provoca rechazo.

Lo que el médico y el ciudadano cree que sucede en una crisis migrañosa está ampliamente publicitado y, en cierto modo, reconforta. 

Las ofertas terapéuticas son incontables y se disputan entre ellas la exclusividad de la fiabilidad.

¿Cómo distinguir ciencia, cultura y mercado?

¿Quién protege nuestro derecho al conocimiento frente al adoctrinamiento y dependencia de culpas y remedios?




jueves, 26 de marzo de 2009

Integridad física y bienestar, Conflicto de intereses



El objetivo del organismo es el del mantenimiento de la integridad de sus células y tejidos. El cerebro contribuye a gestionar los recursos defensivos para garantizarla aunque ello imponga una serie de inoportunas molestias para el individuo.

Para el paciente una migraña es dolor de cabeza, vómitos, intolerancia sensorial y cena de despedida frustrada. Para el cerebro: ¡peligro en la cabeza!, el usuario tendrá que renunciar a ir a la cena. 

Para los neurólogos una crisis de migraña es el resultado de un encendido anómalo de un circuito genéticamente hiperexcitable. Para mi una migraña es una decisión irracional del cerebro. Plantear una emergencia de muerte neuronal masiva violenta porque uno haya comido chocolate, haga viento Sur o haya discutido con la pareja es un despropósito bochornoso. 

Hace unos días vi en la consulta a un paciente que padecía migrañas desencadenadas por tomar dos miserables "chiquitos" de vino. Tenía antecedentes de familiares migrañosos (genes... Bueno, ya hablaremos de eso en alguna ocasión...) y el dolor cumplía con los criterios de migraña exigidos por la Asociación Internacional correspondiente. 

El paciente entendió las explicaciones y se propuso conseguir la derogación de la prohibición cerebral de tomar vino. Una mañana se despertó con una crisis (el día anterior había tenido cena...). Debía cumplir con un compromiso y la migraña se interponía. Había dos opciones: 


opción A: tomarse el calmante y suspender el compromiso
opción B: plantarse, no tomar el calmante, calmar a su cerebro con reflexiones y cumplir con lo propuesto. 

Optó por la opción B y la migraña fué cediendo. Desde ese día toma vinos y su cerebro no rechista, los tolera. Ya no cree que puedan alterar la integridad física de la cabeza. 

miércoles, 25 de marzo de 2009

Inflamación, un seguro de vida


La evolución, empeñada en optimizar la probabilidad de supervivencia, ha dotado a los seres vivos de recursos defensivos que reaccionan, de forma, a poder ser rápida y eficaz, a los agentes y estados potencialmente dañinos.  

La inflamación es el recurso más elemental e imprescindible del kit de supervivencia. ¡Bendita sea la inflamación!

La más mínima incidencia de ataque violento a los tejidos por agentes y estados incompatibles con la supervivencia desencadena, de forma expeditiva y refleja, la respuesta defensiva inflamatoria: se dilatan las arteriolas (enrojecimiento y calor), se abren los poros de vénulas y capilares (hinchazón) y se sensibilizan las terminales de los nervios vigilantes (dolor).

Para el paciente, la inflamación consiste en una zona que se ha hinchado, está caliente y enrojecida y... ¡duele! Además, esta zona inflamada está de baja (impotencia funcional). 

Aleccionados, como estamos, a considerar que lo normal es la ausencia de contrariedad, acudimos a solicitar ayuda al médico porque una zona se ha hinchado, está roja y caliente, no funciona y, además, duele.

El médico nos dice que dicha zona está inflamada y receta, con una lógica peligrosamente convincente, un antiinflamatorio.

La inflamación es una respuesta refleja, exquisitamente regulada, de protección y reparación de una zona lesionada. Un antiinflamatorio externo no tiene sentido, ya que el propio organismo despliega la respuesta inflamatoria y la contrarespuesta de regulación antiinflamatoria. 

No existe ningún clínico que pueda evaluar una respuesta inflamatoria y considerarla excesiva o inadecuada simplemente con comprobar que algo está inflamado. Ello no impide que ejecute el acto solemne de la prescripción terapéutica: "está inflamado"; "tómate este antiinflamatorio".

Es difícil justificar esta acción bienintencionada pero simplista.

Los médicos tendemos a despreciar en muchos casos el delicado trabajo evaluativo de nuestro propio organismo. La mejor actitud podría ser, en este caso, la de la abstención, respetando con asombro y confianza, el fino trabajo de reposición de la zona destruída. 

Sólo si el organismo es incapaz o está equivocado, debemos acudir en su ayuda, prestándole apoyo para acabar con los gérmenes (antibiótico) o con asesoramiento evaluativo si el cerebro está equivocado (hay despliegue inflamatorio pero no lesión).

El organismo precisa ayuda cognitiva en la migraña pero, lamentablemente, la doctrina oficial aporta alarma y falsa ayuda en forma de moléculas anti... y pro...  

martes, 24 de marzo de 2009

Alerta por falsa alarma


Pie de foto: "Fíjate en lo que soy capaz de hacer con Pavlov. Tan pronto como babeo, consigo que sonría y escriba en su cuadernillo".

La razón de ser de la selección y desarrollo evolutivos de las neuronas es la de guardar un rastro de los sucesos (memoria) para responder de una forma más adecuada al mismo estímulo tras comprobar un efecto con la primera exposición.

A mayor desarrollo de la red neuronal, mayor capacidad de memorizar y procesar los datos. 

A partir de una determinada complejidad (número de neuronas y conexiones) emerge la facultad de anticipar los estímulos relevantes por medio de señales neutras, de por sí irrelevantes, pero que preceden o se co-localizan con lo verdaderamente importante. 

Un ejemplo simple que todos recordamos es el del llamado reflejo condicionado clásico de Pavlov: si a un animal se le somete a la exposición de un sonido de campana un poco antes de servirle la comida y se repite la operación varias veces acaba salivando al oir la campana aunque no se haya presentado la comida. Con ello se consigue anticipar la respuesta salivatoria digestiva. 

Si en vez de un estímulo relevante positivo como la comida, se administra uno aversivo como una corriente eléctrica, el sonido de la campana haría que el animal saliera huyendo para protegerse. La huída ante el sonido de la campana le protegería de la aplicación de la corriente. 

La red neuronal humana sigue utilizando los circuitos de bajo nivel que producen el reflejo condicionado clásico pero ha ido acoplando otros de más complejidad que le conceden un mayor poder de anticipación. 

Los estímulos que se acoplan a la respuesta, los llamados estímulos condicionados (los equivalentes al sonido de la campana), pueden ser de cualquier tipo. Una vez presentes, desencadenan la respuesta eficaz anticipadamente. 

Los famosos desencadenantes de la migraña, las falsas alarmas,  pueden desencadenar la respuesta de alerta migrañosa porque están condicionados. Se les atribuye en la red una capacidad de anticipar un suceso negativo. El sonido de la campana no produce salivación ni huída per se. Debe estar acoplado, por convicción (condicionamiento) de que puede predecir un suceso relevante.

La información, a través de la experiencia, la observación y la instrucción, produce grados variables de acoplamiento entre estímulos irrelevantes (viento, chocolate, hormonas, estrés, etc...) y relevantes (dolor, vómitos, intolerancia sensorial...). Si no se descondicionan, estos estímulos siguen activando la misma respuesta. 

En el caso del perro de Pavlov era el propio Pavlov el que confundía a las neuronas del animal. En el cerebro humano es la convicción inducida por la cultura la que "manipula" la relación aparente y falsa de causa-efecto entre comer chocolate y sufrir una migraña.

No es el único mecanismo que explica la migraña. Lo presento como un ejemplo elemental de construcción de falsas alarma. Sorprendentemente, en las reflexiones oficiales de genes, neurotransmisores y desencadenantes no hay la más mínima referencia a procesos tan básicos de aprendizaje como el del reflejo condicionado. 

Para los neurólogos, al parecer, no existe la Neurofisiología.

lunes, 23 de marzo de 2009

El sentido del daño





Aristóteles describió cinco sentidos, los clásicos: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Cada uno de ellos dispone de unos receptores específicos que detectan un tipo determinado de estímulos.

 

Realmente existen muchos sentidos más. Uno de ellos es el llamado sentido del daño. Detecta estados de energía (química, mecánica o térmica) incompatibles con la vida.

 

Al igual que existen unos receptores de radiación electromagnética visible en la retina, cuyas señales aportan información al cerebro para interpretar el mundo exterior, existen por toda la superficie corporal y en el interior, unos receptores especializados para detectar las citadas energías "peligrosas". Se llaman estos receptores "nociceptores" o receptores de lo nocivo.

 

Unos nociceptores detectan temperaturas altas peligrosas, otros temperaturas bajas también peligrosas, otros, estímulos mecánicos peligrosos (desgarros, compresiones...) y otros estados químicos (falta de oxígeno, acidez, concentración de sales...) incompatibles con la vida celular.

 

La activación de estos vigilantes de lo nocivo (nociceptores) enciende de forma refleja el programa dolor en el cerebro. Eso sucede cuando recibimos un golpe, nos quemamos, nos ha invadido un germen..., es decir, cuando una zona está destruyéndose de forma violenta o está a punto de hacerlo. 

 

En muchas ocasiones, no existe ningún estado o agente energético peligroso. Sin embargo se activa el programa cerebral. Este es el caso de la migraña. Evidentemente es una falsa alarma. 

 

Si hace mucho sol, si estamos preparando un examen o hemos dormido mal no se produce ningún estado que comprometa la integridad física de la cabeza: ni se va a infectar ni va a aumentar la temperatura ni se producen compresiones o estirones internos peligrosos. 

 

En la migraña el sentido del daño no ha detectado ningún peligro pero el cerebro construye una hipótesis anticipada de peligrosidad. Esta hipótesis basta para activar la percepción de dolor, aunque los sensores de daño violento estén silenciosos o transmitan las señales habituales cotidianas. 

 

Este es el problema. Las opciones de solución se limitan a: 1) neutralizar el contenido del programa o 2) desactivar el encendido (la decisión cerebral), "convencer" al cerebro de que no sucede nada en la cabeza, que dormir poco, preparar exámenes o comer chocolate es algo irrelevante para la integridad física de la cabeza. 

domingo, 22 de marzo de 2009

Jesús Mosterín


Jesús Mosterín es un sabio. Bilbaino, filósofo, profundo conocedor de Biología, Matemática, Fisica, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor de numerosos libros (sólo he leído La naturaleza humana, Ciencia viva y Los Lógicos), acaba de publicar uno nuevo: La cultura humana, Espasa-Calpe) que espero leer con avidez. Liberal profundo, con los pies en el suelo de lo posible, defensor de la libertad desde el conocimiento, crítico implacable del sobredimensionamiento y coerción de las estructuras de poder.  

 

Le considero un excelente guía intelectual y recomiendo la lectura de sus libros a todos los visitantes interesados en la reflexión sobre la vida de los humanes, una especie tocada, para bien y para mal, por la dependencia cultural. 

Nuestro talón de Aquiles


Todas las especies disponen de una capacidad que les permite sobrevivir y un punto débil que las hace vulnerables. Los "humanes" (término propuesto por nuestro gran pensador Jesús Mosterín) sobrevivimos gracias a la cultura pero padecemos física y psicológicamente por culpa de ella. Los países nórdicos disfrutan de una sociedad avanzada, garantista, culta, pero arrojan las cifras más altas de desánimo y dolor crónico. 

Nacemos precipitadamente sin completar nuestra preparación para sobrevivir. Nos cortan el cordón umbilical biológico pero nos conectan el cordón sensorial, especialmente visual, a la gran Madre Cultural. Nuestro cerebro está seleccionado para absorber obsesiva y ávidamente todo lo que observa. La red neuronal se hace con un conjunto provisional de creencias locales que parecen explicar de forma consistente todo lo que sucede. 

Las creencias son necesarias para iniciar el camino pero deben evolucionar, disolverse, para dejar espacio al conocimiento.

Si levantáramos la tapa de los sesos de un migrañoso en plena crisis para observar la sesera y si las creencias tuvieran presencia detectable las veríamos en plena actividad, activando el teclado del sistema informático cerebral, encendiendo con gesto preocupado los programas de alerta.    

Un migrañoso es un creyente en la migraña. La migraña lo explica todo: el dolor, los vómitos, la intolerancia sensorial... Sin embargo se trata de un universo virtual. No sucede nada anormal en la cabeza. Sólo que toca ese día ajetreo migrañoso. Simulacro cerebral de tragedia. Ejercicio preventivo por si las moscas. 

La fe migrañosa sobrevive al amparo del desconocimiento biológico, del misterio, de las promesas de futuras terapias. Exige, como todo sistema de creencias que se precie, una conducta adecuada, un "estilo de vida" saludable, una moralidad estricta, abstenerse del sol, del chocolate, del tabaco, el alcohol, el viento sur...

Los predicadores de la fe migrañosa, los humanes neurólogos dedicados a la prédica y lucha sobre y contra la migraña la padecen con una frecuencia considerablemente superior a la de los humanes no neurólogos (R. Evans. The prevalence of migraine in neurologists. Neurology 11 Nov 2003). Tienen una fe mayor en lo que predican y su sesera está poblada de creencias migrañosas. Amenazan y advierten pero reconfortan con promesas de fármacos a la carta, previa presentación de la tarjeta genómica individual, el paraíso del futuro sin dolor...


sábado, 21 de marzo de 2009

¿qué tiene de especial la cabeza para que duela tanto?




El sistema nervioso central (cerebro, troncoencéfalo y médula) está especialmente protegido respecto a agentes biológicos y estados físicos y químicos potencialmente nocivos. Encerrado en el caparazón óseo formado por cráneo y columna vertebral, dispone también de una cubierta de membranas, las meninges, especialmente preparadas para detectar cualquier eventualidad peligrosa con una densa red de sensores de daño y de una barrera entre los capilares y el propio tejido neuronal (la "barrera hemato-encefálica") que selecciona, de forma exigente, las moléculas autorizadas a entrar en el compartimento neuronal.

Es muy poco probable que se produzcan infecciones meníngeas, roturas arteriales, cambios bruscos de la presión interior u oscilaciones térmicas extremas.

En la red neuronal la actividad es constante. Innumerables pequeñas corrientes eléctricas chisporrotean en los circuitos como fondo del procesamiento ininterrumpido de las señales procedentes de los sentidos externos e internos y de la rumiación continua del material de los sistemas de memoria ("parloteo neuronal"). 

Los puntos de conexión entre las neuronas (sinapsis) se encienden y apagan sin cesar. Estas conexiones necesitan estar activas para sobrevivir. Si no les llega tarea, una red de células nerviosas auxiliares ("células gliales") se encargan de que "hagan algo de ejercicio". Si la actividad es excesiva las mismas células bajan el pistón. Las conexiones no deben activarse ni mucho ni poco: sólo lo justo. La actividad neuronal es, por tanto, saludable, como puede serlo el ejercitar los músculos, los pulmones o el corazón. 

El ajetreo mental, los cambios de tiempo, los cambios hormonales, el chocolate, el tabaco, los viajes o el sueño escaso o excesivo no ponen en peligro la integridad neuronal. Por tanto no tiene sentido biológico que estas incidencias inevitables (los famosos desencadenantes) inquieten a los centros de vigilancia. 

No existe ninguna peculiaridad química en las neuronas vigilantes meníngeas intracraneales que las distinga de, por ejemplo, de las que se ocupan de la médula lumbar. Aparte de los sucesos nocivos locales externos (quemaduras, traumatismos) e internos (meningitis, hemorragia meníngea, aumento o descenso brusco o límite de la presión intracraneal) no hay ninguna condición física o química que afecte en exclusiva a la cabeza. Tampoco existen genes para inducir dolor sólo en la cabeza.

¿Qué sucede para que el cerebro active tan fácilmente el programa dolor en la cabeza?. No es la química, el estrés ni la sobrestimulación sensorial. Las luces, olores y sonidos se han transformado en pequeñas corrientes para cuando llegan al cerebro y su impacto sobre la retina, el tímpano o las células olfatorias nasales es nulo como trauma físico o químico. 

Los neurólogos se empeñan en la tesis de la hiperexcitabilidad genética pero con un mínimo de rigor no es posible explicar todo un rosario de ¿por qués? que podrían plantearse para derribar su doctrina. Realmente no abundan las preguntas necesarias en toda teoría que se tiene por científica. 

¿Por qué valora el cerebro el interior de la cabeza como algo vulnerable tratándose del lugar más protegido del organismo? (tanto es así que la evolución ni siquiera le ha provisto de sensores de daño al cerebro). 

Hay pacientes que comen chocolate o beben un poco de alcohol y se enciende la crisis migrañosa con toda su brutalidad. Es una alarma absurda, un despropósito. Ni el chocolate ni el alcohol van a infectar, desgarrar, quemar ni comprimir el interior del cráneo. 

¿No se podría quitar el miedo exagerado e irracional del cerebro a algo tan inocente como comer chocolate, tomar el sol, dormir poco o mucho etc?.

La respuesta es un sí rotundo. Basta con descatalogar el miedo cerebral para que se desactiven las migrañas por "desencadenantes".    

¿Cómo se descataloga lo irracional?

Es muy sencillo...con el conocimiento. A falta de conocimiento el cerebro construye creencias, hipótesis. Utiliza el material informativo que recibe y construye y lo aplica. Es la doble cara de la cultura. Nos permite sobrevivir pero nos crea dependencia de lo que nos cuentan y no podemos comprobar.