Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología.

We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology.

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domingo, 31 de mayo de 2009

Malentendidos (IV)





Ha  habido un debate interesante sobre verdades y mentiras y eso me facilita la decisión sobre el tema a tocar en este post: seguimos con la cuestión de verdades, falsedades y engaños (auto y heteroengaños).

Vaya una primera aclaración: 

La percepción no es un input al cerebro (una entrada estimular) sino un output del cerebro (una salida final de procesamiento) hacia lo que entendemos como consciencia. Una vez exteriorizada en la "pantalla" y sólo entonces, se transforma en un input, para volver a iniciar otro ciclo (la reentrada de Gerald Edelman). Imaginemos la proyección de una película. Está formada por una sucesión rápida de fotogramas que van generando la ilusión de continuidad del relato. El contenido es una salida (una proyección) del realizador hacia el individuo. Imaginemos un poco más: la película es una propuesta que de forma sutil va interactuando en cada fotograma con el espectador, reafirmándose el guión o retocándose en ese ir y venir de la pantalla al individuo. Generalmente el espectador está de acuerdo con lo que recibe y la película es predecible. No está grabada pero tiene una altísima probabilidad de que vuelva a salir la de siempre. Se puede utilizar también la metáfora de un dúo musical "improvisado".

Una película migrañosa es predecible para el paciente. El guión es el de siempre porque la interacción entre el realizador y el espectador no sufre variaciones: el guión es: el cerebro teme que algo terrible suceda en la cabeza (necrosis) y comunica su miedo al "usuario". Este tiene una fe ciega en las predicciones de su cerebro y se presta a proteger su preciada cabeza, siguiendo las recomendaciones de buscar un refugio, eliminar lo comido y tomar el "protector" craneal. Se escenifica la misma pesadilla de siempre hasta que por fin el cerebro decide apagar al individuo para procesar con calma los sucesos y sacar conclusiones para el futuro. La pesadilla se disuelve en el sueño.

La pesadilla cerebral migrañosa se produce con el individuo despierto y sometido, cautivado. Cerebro e individuo comparten el terror pero por motivos diferentes: el cerebro teme el daño (la necrosis) y el individuo el dolor. Los dos terrores se complementan y mantienen viva la tensión de la película. 

Podemos sustituir dolor por picor y el guión iría sobre parásitos en la piel. El cerebro los imagina y proyecta en la pantalla algo que incita al espectador a rascarse.  El cerebro imagina parásitos y el individuo picores. El rascado elimina momentáneamente el peligro pero vuelve el picor una y otra vez como esas películas con indios pelmas que se lanzan hacia los desventurados de las caravanas sin desmayo. 

Otra aclaración: estamos tratando el problema de los síntomas en ausencia de daño, de la activación innecesaria de respuestas defensivas por un error de predicción de peligro.



Dibujo de Uxue Maturana

Imagine una persona hambrienta delante de su plato favorito con un censor-inquisidor que trata de contener su impulso de comérselo, con el argumento de que si lo come morirá... La amenaza de muerte no tiene ningún fundamento pero el censor ha conseguido que el hambriento comensal se tome en serio la premonición...

Puede que el hambriento haya decidido comerse el plato prohibido y el censor-inquisidor en un último intento de salvar la vida le active el programa de eliminarlo (nausea-vómito). El transgresor se conserva vivo (gracias al vómito según el censor) y ambos toman buena nota de lo sucedido para próximas ocasiones: "no lo consentiré la próxima ocasión" (se conjura el censor); " no vuelvo a comer en un chino" (se propone el hambriento).
 
¿Qué debemos hacer? En mi opinión convencer al censor y al hambriento de que debe comerse el plato y de que todo lo que creían sobre el riesgo es falso. No veo lugar a mantener el error sobre la base de que lo importante es evitar el sufrimiento del programa censor (el "éxito terapéutico").

Finalmente: una creencia es un producto neuronal  fundamental. No se quita y pone a demanda. No podemos creer lo que queramos. Ni siquiera podemos querer lo que queramos. Una creencia es una construcción cerebral que germina y se desarrolla si se dan las condiciones adecuadas. Nosotros sólo podemos aportar esas condiciones de cultivo: lo necesario aunque no siempre sea suficiente.

Las enfermedades por falsas creencias (inmunes y/o neuronales) se "curan" (silencian) al desactivar esas creencias. La enfermedad de no poder comer carne  por información sobre el mal de las vacas locas se cura con información de que no hay ningún peligro en comer carne. Si mantenemos la incertidumbre y proponemos mil y una terapias a aplicar a carnes y/o estómagos para evitar el problema hemos generado mercado sobre la falsedad de que la carne sigue siendo incierta para algunos estómagos.

         Ciencia, cultura y mercado... Creo que escribí un post sobre la cuestión... allá por Marzo

                                                                
                                                                                                 Tempus fugit...

sábado, 30 de mayo de 2009

Malentendidos (III)




Un recurso a mano para salir de una situación apurada es el engaño, la mentira. La imagen de un cerebro opresor que nos activa el programa dolor sin necesidad evoca la idea de una persona interior, una especie de tutor, que no nos da libertad de movimientos y nos castiga en exceso. A esta persona no le concedemos ninguna elasticidad, apertura mental, para cambiar de actitud y surge entonces la ocurrencia del engaño...

           - ¿Cómo podemos engañar a nuestro cerebro?

           - Es imposible disociar cerebro e individuo. El cerebro mismo es el que propone el engaño como posible vía de solución. No tiene sentido: "engáñame para ver si se va el dolor...". Se necesita una convicción compartida de que no está sucediendo ni va a suceder nada. 

           - Tengo entendido que el placebo es un engaño a veces muy eficaz...

           - Así es, pero se necesita, al menos en un primer momento, haber compartido el engaño. Si usted coge una cápsula, elimina el fármaco, la rellena con harina y luego se la toma diciéndose: "es un poderoso analgésico" no creo que haga ningún efecto. Ahora bien si le administran esa misma cápsula con harina diciéndole que es un poderoso analgésico (ignorando usted que tiene harina) puede que le alivie el dolor. Si al cabo de unos días le aclaran que esas cápsulas sólo tienen harina, puede que sigan haciendo efecto..."Es igual, deme esas cápsulas. Son las únicas que me calman el dolor...". La memoria produce efectos curiosos.

            - Ya que, según usted, no podemos engañar al cerebro nosotros mismos, tendríamos que conseguir que el médico nos engañe a los dos: "Tómate esto, es muy bueno..."

            - Hay expertos en efecto placebo que defienden la utilización del engaño con fines compasivos. No estoy seguro de que sea una buena idea. Puede que le solucione el momento pero le complica el medio y largo plazo. 

             - Para mí valdría cualquier cosa con tal de que se me quite el dolor...

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En realidad, cuando hay dolor sin motivo (necrosis) el engaño ya está operando. Por ejemplo: si usted tiene dolor en las articulaciones cuando cambia el tiempo, algo bastante común, ello es debido a que han engañado a su cerebro metíendole miedo para que no autorice el movimiento en los cambios de tiempo pues se pueden estropear las articulaciones...

              - He comprobado que me duele la columna cuando cambia el tiempo. ¿Cómo podríamos engañarle al cerebro para que no nos ponga el dolor? ¿Le decimos una piadosa mentira, que el cambio de tiempo no afecta a las articulaciones?

              - Eso sería, no una piadosa mentira sino una verdad como un templo. Los cambios de tiempo no afectan a las articulaciones. 

              - ¿Ah no? ¿Entonces... por qué duelen?

              - Porque han engañado previamente a su cerebro con el cuento de los cambios de tiempo. En realidad lo que tendríamos que hacer es des-engañarle respecto a ese cuento. 

              - ¿No cree usted en los cambios de tiempo?

              - El cerebro es muy sensible a los cambios pues tiene que reprogramar, actualizar sus decisiones. En los cambios aumenta la probabilidad de que se cuelen los engaños. El cerebro tiene cuidado con los cambios ya de por sí y además, la cultura popular y "experta" le previene: "ten cuidado con los cambios de tiempo; cuida las articulaciones, pueden coger frío y humedades..."

              - Y...¿no es verdad?

              - La humedad del agua no varía con la humedad del aire. La humedad externa no crea una humedad perjudicial interna ya que el interior está todo mojado. No hay nada seco dentro y la temperatura es constante. Es como tener miedo a coger frío y humedad cuando está en la bañera con un reconfortante baño de agua a 27º porque en la calle ha salido el día frío y húmedo. 

              - O sea que el próximo día que salga frío y húmedo ¿cómo consigo engañarle a mi cerebro para que no tenga miedo a que yo salga...?

              - ¿Está seguro de que usted no tiene miedo al frío y la humedad?

              - Yo tengo miedo al dolor no al frío... Bueno, quizás tenga razón. Reconozco que también tengo miedo al frío...

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Cuando queremos conseguir que nuestros hijos pequeños nos obedezcan puede que hayamos recurrido al truco de la amenaza engañosa: 

                - Si no vas a dormir le llamo al ogro para que te coma...

                - No, no le llames...Ya me voy a la cama...

La cultura inyecta miedos, engaños... Sobre ese tejido de temor e incertidumbre sin fundamento es fácil organizar propuestas de soluciones. Todo puede valer para disipar los miedos cerebrales: fármacos, agujas, productos homeopáticos, ensalmos, relajaciones, meditaciones, hipnosis, mantras, ejercicios, respiraciones, abluciones, aromas, vibraciones, pulseras magnéticas, diademas, estimuladores eléctricos, ultrasonidos, campos magnéticos, pirámides, campos energéticos... 

En la batalla comercial por el mercado del engaño, los remedios oficiales, los fármacos, han perdido eficacia. Producen ya menos alivio que las llamadas medicinas alternativas... salvo en los niños, en los que un calmante es igual de eficaz que un placebo. A Dumbo le iba bien llevar una pluma en la trompa para volar. 

                  Desengáñese. No busque un buen engaño. Consiga buena información... Dumbo debe saber que son las orejas las que le hacen volar, no la pluma...

viernes, 29 de mayo de 2009

Malentendidos (II)




Si se acepta que el dolor (en ausencia de daño) está producido por una valoración errónea, innecesaria, de peligro por parte del cerebro, la solución es sencilla: "dígale a su cerebro que le deje tranquilo, que tiene mucho que hacer..." 


La mayoría de los pacientes aseguran que han captado la idea pero puede que muchos se muestren escépticos sobre su utilidad.


         - O sea, que tengo que pensar que no me está doliendo y así el dolor se irá...


         - En absoluto. Eso, con toda probabilidad, hará que el dolor aumente. Si alguien intenta comunicarse con usted porque tiene que darle una noticia importante, insistirá con las llamadas. El teléfono no parará de sonar, cada vez con más fuerza...


          - Si no lo cojo, no hago caso, se cansará de llamar, supongo. 


          - No creo que pueda usted aislarse del sonido y seguir con lo que estaba haciendo como si tal cosa... El cerebro es incansable con sus obsesiones y temores. Si adopta esa estrategia lo tiene crudo... 


          - ¿Qué debo hacer entonces?


          - Atienda la llamada y trate de averiguar el motivo. Además se trata de una llamada que usted temía porque se ha producido en otras ocasiones y no ha traído mas que sufrimiento...


          - Algo así como...Dime cerebro ¿qué sucede?


          - No está mal. Dado que es una llamada con contenido preocupante sería más correcto decir: ¿Qué te preocupa? ¿Qué temes que pueda suceder en la cabeza (o los pies o la columna según los casos)...? 


          - Y ¿qué puede preocuparle al cerebro?


          - Que pueda suceder algo terrible...necrosis, destrucción violenta de células y tejidos...


          - ¿Por qué va a pensar el cerebro algo así...?


          - Es su función. Construir hipótesis sobre sucesos terribles, valorar las posibilidades sin bajar nunca la guardia y avisar cuando existe alguna probabilidad. Se cura en salud... Un vigilante de seguridad debe dedicarse a valorar hipótesis de sucesos terribles. Tiene que estar obsesionado con ello. El problema surge de que es sumamente difícil dosificar las emociones, sobre todo la del miedo. Está muy facilitado por la evolución. Si no fuera así probablemente no existiríamos. 


          - Bien, ya he cogido el teléfono y me he interesado por los motivos. Trato de tranquilizar al cerebro: no pasa nada, no va a suceder nada terrible en la cabeza... pero el dolor sigue ahí, cada vez con más violencia. Trato de calmarme, según usted sin un calmante (difícil me lo pone...).


          - El miedo es contagioso pero sólo si se comparten las convicciones. Si alguien le dice que su casa se va a caer en cualquier momento y que debe hacer algo urgentemente, se lo puede tomar en serio o no prestarle ninguna atención: sí o no (todo o nada). Las medias tintas, la incertidumbre, no sirven. Me temo que el cerebro le mete el miedo en el cuerpo con el dolor. Aunque usted se diga: no está pasando nada, todo esto es un despropósito... si no se corresponde con una convicción profunda de que realmente es así, no sirve de nada. 


          - Tengo que estar convencido de que mi casa (la cabeza) no se va a caer... 


          - Exactamente. Las convicciones tienen que estar construidas de antemano. No es buena idea dejarlas para el momento en que su cerebro le transmite su inquietud. A veces los pacientes confunden las convicciones con los rezos. Creen que repitiendo una frase, como una letanía o un mantra: "no pasa nada, no me va a doler, no pasa nada, no me va a doler..." se va a solucionar todo. Al comprobar que no funciona se reafirman en la idea previa de que han perdido el tiempo haciendo caso de estas ridículas propuestas y se lanzan a por el calmante, que lo tienen cerca, por si acaso. 


          - ¿Cómo se construye una convicción...?


          - En este caso tiene que ocuparse primero en derribar la convicción contraria. Derribar y reedificar... El problema es que nadie quiere derribar algo suyo que aprecia... Tenga claras las ideas... interiorice la realidad interna...aprenda un mínimo de Biología neuronal... Inmunícese contra la información basura... 


          - Lo veo muy difícil así sin calmante... Para eso hay que tener mucha fuerza mental 


          - Siempre estamos aprendiendo. Si no hay riesgo no avanzamos...


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Algunos pacientes actúan como si una convicción pudiera construirse simplemente con un enunciado: "voy a procurar tener un viaje tranquilo":  
 "el avión no va a caer al mar, conseguiremos aterrizar y saldré vivo de esta... puede que caigamos pero lo más probable es que esté allí un barco y nos recoja justo antes de que se hunda... voy a tranquilizarme... ya sólo faltan 3 horas para llegar... estoy tranquilo... estoy tranquilo... no voy a tomarme el valium... parece que esto se mueve mucho... ¿qué ha sido ese ruido?... la azafata va a la cabina del comandante..."
- ¿Qué tal el viaje?
- Fatal. Le hice caso a un imbécil que me dijo que me convenciera de que no iba a suceder nada, que no me tomara el Valium, que los aviones son seguros, pero no ha funcionado. Ya sabía yo... La próxima vez me tomo 50 mg de Valium y así podré soportarlo algo mejor. Ha sido horrible. La culpa es mía por hacer caso...

jueves, 28 de mayo de 2009

George Lorimer Moseley



Llevo varios años buscando y, afortunadamente, encontrando, ideas y datos de investigación que me permitan construir una teoría neuronal integrada del dolor. Los neurólogos estaban (y siguen estando) obsesionados con los genes y los desencadenantes y los reumatólogos, traumatólogos y fisioterapeutas no veían mas que huesos, articulaciones y músculos con sus correspondientes artrosis, osteoporosis, curvaturas y contracturas. Cada vez tenía más claro que la cultura era un factor importante en la génesis y cronificación del dolor y que donde estaban las claves era en artículos que los investigadores sobre dolor iban volcando en revistas que habitualmente no leen los  profesionales que tienen que tratar de eliminar o aliviarlo. 

Me había llamado la atención un artículo de Wessly, un psiquiatra, sobre tratamiento cognitivo (exitoso) del "síndrome de fatiga crónica". Nunca había oido hablar de esa modalidad terapéutica, consistente en aflorar y corregir falsas creencias y conductas inadecuadas de los pacientes. Desde entonces empecé a fijarme en las expectativas y convicciones de los pacientes y  vi que eran las que les habían inculcado los profesionales y, sobre todo, que no eran correctas. 

Poco a poco fuí cambiando mis esquemas, dejando de recetar y pasando a explicar conceptos básicos de la red neuronal. Me había llamado la atención, unos años más tarde, un artículo de un tal Moseley que investigaba los beneficios de la pedagogía neuronal sobre el dolor crónico de columna. Le seguí la pista exhaustivamente y en 2005 descubrí que había publicado un libro extraordinario: "Explain pain" (el dolor explicado). Lorimer defendía las mismas ideas que yo. Eso me dejó tranquilo y me dió fuerza para seguir afrontando el problema del dolor desde la perspectiva pedagógica. 

Lorimer Moseley es un prestigioso investigador sobre dolor. Trabaja en la Universidad de Oxford y en un Instituo Australiano de Neuro-ortopedia. Publica trabajos sencillos, imaginativos, que demuestran la trascendencia de la evaluación cerebral. Afirma que "todo dolor es siempre una respuesta normal a lo que el cerebro considera como una amenaza".




(Entrevista sobre un pequeño conjunto de relatos breves sobre dolor: "Painful yarns")

Recientemente ha publicado en Current Biology un trabajo simple pero ilustrativo: a pacientes con el llamado "síndrome de dolor regional complejo" que padecían dolor e hinchazón de una mano les colocaba unas gafas. Si la lente amplificaba la imagen,  tanto el dolor como la hinchazón aumentaban al mirar la mano y si colocaba una lente que reducía la imagen, el dolor y la hinchazón también se reducían... 

Lorimer Moseley cree firmemente en el valor de la pedagogía sobre neuronas para buscar el alivio del dolor. En sus cursos de dolor lumbar habla mucho de neuronas y poco de huesos y articulaciones. Afortunadamente sus ideas han empezado a difundirse entre los fisioterapeutas y este año ha dado y va a seguir dando cursos en varias Universidades españolas. 

Esta vez, sí hay razones para el optimismo... de la mano de una nueva Fisioterapia que integre junto a huesos, músculos y articulaciones, neuronas: las propias y las de los pacientes...  

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Resumen de la entrevista a  Lorimer Moseley sobre "painful yarns"

Un "yarn" es una historia que uno cuenta a sus amigos, una anécdota, divertida, emotiva. Las historias que relato son auténticas y tienen que ver con el origen cerebral del dolor. Son metáforas divertidas que ayudan a los pacientes a entender el dolor. 

Por ejemplo la de Hammer head (martillo en la cabeza): Un profesor nos había dicho en el Hospital que cuanto mayor era una lesión menos dolor había. Es algo que no parece tener sentido. No acabé de creérmelo hasta que un día en Urgencias trajeron a un paciente con un martillo clavado en el cuello. No aparentaba tener dolor: "¡Oiga, que tiene usted clavado un martillo...!" Ya lo sé...soy un tiburón martillo, jeje...Se giró y se golpeó en la rodilla y empezó a gritar: ¡mi rodilla, mi rodilla!

...El dolor no da una idea de la situación real de los tejidos. El cerebro evalúa muchas cosas y al final te presenta como resultado una determinada experiencia de dolor... A la gente con dolor le gusta entender por qué le duele... hay mucha investigación que demuestra que si se entiende el dolor, es mucho más llevadero...

Malentendidos (I)





En este blog se sostiene la tesis de que muchos padecimientos son debidos a que el cerebro toma decisiones erróneas y activa programas defensivos (lógicamente incómodos e incapacitantes para el individuo) sin necesidad, por alarmismo alentado por la cultura médica y por el modo de afrontamiento preferido por el paciente. 

La exposición de este planteamiento a los pacientes provoca sorpresa (comprensible) y en ocasiones rechazo (también comprensible).  El rechazo se produce generalmente porque se malinterpreta el mensaje, aunque en ocasiones operan otros factores más complejos. Expongo los malentendidos más frecuentes... 

(En los diálogos utilizaré indistintamente personajes masculinos o femeninos. Cualquier cosa menos utilizar la fórmula agobiante de pacientesos-as...)

          - Vengo del neurólogo... Estoy indignada. Me ha dicho que el dolor no existe, que es un producto de mi imaginación... Me ha tenido casi una hora, me ha metido un rollo insoportable, total para decirme que me invento el dolor, que todo está en mi cabeza...

          - ¿Por qué no vas a hacerte acupuntura? Conozco a una que le fué muy bien...

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Suelo aclarar, antes de iniciar el "rollo insoportable", que en ningún momento estoy juzgando al individuo sino al cerebro. El Sistema inmune y el Sistema Nervioso comparten tareas defensivas y se ven obligados a tomar decisiones sin garantías de acierto. Los dos se equivocan

Imaginemos el diálogo en la consulta entre un alergólogo empeñado en explicar el origen de los estornudos a una paciente con alergia al polen...

          - Llevo un mes sin parar de estornudar. Tengo un lagrimeo constante. No tolero la luz. No puedo salir de casa, con lo que me gusta andar por el campo...

          - Sus narices y ojos son normales. Es su Sistema Inmune que se equivoca y cree que unas moléculas que contiene el polen de las plantas pertenecen a gérmenes. Tendríamos que intentar hacer ver al Sistema Inmune que está equivocado. "El piensa" que hay peligro en el aire... 

         - No, no es que lo piense... estornudo y lloro. No gano para pañuelos...

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        - Vengo del alergólogo. Estoy harta. Llevo un mes sin parar de estornudar. Me ha tenido aguantándole un rollo insoportable sobre ganglios, linfocitos y no sé qué más historias, total para decirme que mis estornudos no existen, que todo está en mis ganglios y en esas células de la sangre... Me dice que tenemos que hacer ver al Sistema Inmune que está equivocado, poniendo unas vacunas... No me ha pedido ninguna prueba para mirar la nariz...no puede ser normal... Estoy harta de andar de un sitio para otro...

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Las células vigilantes del Sistema Inmune y las neuronas sensoriales hacen lo mismo: detectar señales de peligro o de daño consumado e informar a los centros que toman decisiones defensivas. Estas decisiones no contemplan una consulta al individuo:

        - Llamamos del cerebro. Estamos preocupados porque ha dormido usted mal. Hemos pensado que sería prudente activar la alarma en la cabeza por si las moscas. Cuando no se descansa bien por la noche sabemos que las defensas de la cabeza se resienten y pueden entrar gérmenes o estallar una arteria. Ya sé que es incómodo pero le enciendo los programas de dolor, náusea, refugio y suspensión de sus proyectos. Si no está de acuerdo me lo dice y se los desactivo. Sería conveniente que tomara el protector de cabezas ("calmante"). Eso me dejaría más tranquilo y podríamos dejar la alarma en nivel uno...

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La información del alergólogo es bien comprendida y aceptada. El mismo esquema aplicado a la responsabilidad de las neuronas provoca el malentendido. ¿Qué podríamos hacer para evitarlo..? Se admiten sugerencias...

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         - He estado con ese neurólogo que dicen que cura la fibromialgia... He ido para ver qué decía. La verdad es que no iba muy convencida. Total, lo de siempre... que el dolor es psicológico, que pienso que me va a doler y que por eso me duele. Quería que dejara las pastillas y pretendía quitarme el dolor sólo hablando... He perdido la mañana. 

         - Hoy han contado en la Asociación que han descubierto que la fibromialgia se produce porque hay problemas con la circulación de las zonas donde llegan las señales de dolor al cerebro. Han puesto unas fotos de colores donde se ve perfectamente la zona del cerebro que funciona mal. A ver si de una vez por todas dejan de decirnos que nos inventamos el dolor...

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Tuve la oportunidad de dar una conferencia sobre fibromialgia en la Asociación pero se desestimó porque el título hacía referencia al papel del cerebro en su origen... Algunas pacientes están hipersensibilizadas a la referencia al cerebro y se producen reacciones "alérgicas" si se menta a la bicha. Una forma fácil y falaz de negar la responsabilidad cerebral en la génesis y desarrollo del padecimiento es interpretar la exposición del proceso en términos neuronales como teoría psicológica...

    ¿Qué podemos hacer para evitar el término psicológico cuando hablamos de síntomas físicos?


                                                                                Sugerencias por favor... 

miércoles, 27 de mayo de 2009

Terapias






Hemos inculcado a los ciudadanos la creencia firme de que todo en esta vida tiene solución. Sabemos y remediamos todo. 

Al parecer, el organismo humano es defectuoso. Se degrada con facilidad y es extremadamente delicado y vulnerable. Necesita ser tratado con mimo, con alimentos rigurosamente seleccionados, masticados a conciencia con una dentadura bien alineada. Debemos escoger con cuidado los asientos y mantener una postura higiénica, con la columna bien erguida, en un ambiente convenientemente iluminado, andar un mínimo de 15 kilómetros, beber tres o cuatro litros de agua y dormir siete u ocho horas. Nada de estrés, buen rollo con los allegados, menos ordenador y televisión y algo de sexo.  

El mantenimiento del organismo humano debe ser exigente y estar sano se convierte en un objetivo que está al alcance de unos pocos. 

La OMS define con claridad lo que se entiende por salud: "estado de completo bienestar físico, mental y social". 

               - No me encuentro bien

               - Todas las pruebas son normales. Está usted sano

               - Según la OMS estoy enfermo. 

               - Su organismo es normal pero está equivocado. 

               - El equivocado es usted.

               - Puede ser. Todos nos equivocamos, incluso la OMS. Los pacientes también se equivocan. Incluso los pueblos se equivocan, aunque le digan lo contrario.

               - Al menos deme algo para encontrarme bien. Necesito sentirme sano

               - Está usted sano. Sólo necesita creérselo. la definición de salud de la OMS no contempla la necesidad de creer en la salud para sentirse sano. Las creencias influyen en cómo nos sentimos.

               - Según usted la fe en la salud cura las enfermedades...

               - La fe en la salud devuelve la percepción de salud a los sanos. Las enfermedades hacen poco caso de lo que nosotros pensemos sobre ellas. Van a su aire. Le recomiendo que crea que está enfermo cuando realmente lo está.

               - ¿Espera usted que así, sólo creyendo que estoy sano, se me van a pasar los dolores? 

               - Creer es un verbo complicado. Las creencias se construyen, no sin esfuerzo y riesgo. A veces se tuercen y nos crean problemas. Nos pueden hacer sentirnos enfermos sin estarlo o pecadores sin comernos un rosco.

               - O sea que no me da ningún tratamiento...Tengo que seguir así, con los dolores...

               - Podemos hacer algo mejor. Educar a su cerebro. Cambiar sus creencias sobre organismo, devolverle la confianza perdida.

                - No me convence. Yo he venido a una consulta de Medicina no a una academia. Su obligación es darme una terapia, no lecciones ni cursos.

                - La consulta es siempre una escuela, una oficina de información. Los enfermos necesitan terapias para echar un cable a un organismo enfermo pero cuando el cerebro aplica conceptos equivocados, yo le recomiendo que se quite la etiqueta de enfermedad y la ilusión de las terapias y se convierta en un buen alumno...

                - No me interesa. Insisto, estoy enfermo.

               - Prefiere estar enfermo a estar equivocado... mal asunto... Para eso no tenemos terapias. 

martes, 26 de mayo de 2009

¡Levántate, sal de la cama y anda!







Ya hemos comentado el problema de la fibromialgia: el cerebro activa el programa: "quédate en cama; no merece la pena que te esfuerces; tus huesos, músculos y articulaciones son frágiles y el movimiento puede perjudicarte". El dolor, cansancio, desánimo y la evaluación pesimista presionan para que la paciente se conduzca como una enferma aunque esté sana. Ante esta extorsión cerebral la paciente puede "decidir" quedarse en casa, obedeciendo a su cerebro o salir y defender sus propósitos aun a riesgo de provocar la ira cerebral y pagarlo con más dolor al detener la actividad. 

La invitación a la quietud es un recurso defensivo ancestral que busca minimizar riesgos y despilfarros de energía cuando el organismo tiene problemas o el entorno no ofrece garantías de éxito. 

Existe el programa contrario: "¡pero qué haces en la cama!" "¡Sal de ahí inmediatamente y camina!" Si el cerebro cree que quedarse quieto es una temeridad, aplica también la extorsión y genera la imperiosa necesidad de mover las piernas o, casi mejor, salir del lecho. Si se obedece, desaparece la presión. 

Los neurólogos han puesto nombre a esta situación: "Sìndrome de piernas inquietas". Existen las correspondientes asociaciones de pacientes y se "están produciendo avances considerables en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad". 

Como no podía ser de otra manera, se piensa que hay un transfondo genético importante, se tienen fundadas sospechas de que hay una molécula que no hace bien los deberes, en este caso la dopamina, se han obtenido éxitos espectaculares con la administración de fármacos que suplen su déficit y se recomienda un estilo de vida higiénico-saludable. 

¿Qué piensa el cerebro de todo esto? ¿Qué piensan los neurólogos sobre lo que piensa el cerebro?¿Qué puede haber llevado al cerebro a temer el merecido reposo nocturno?

¿Por qué a veces el cerebro tiene miedo a que nos movamos y otras a que estemos quietos?

En ocasiones el cerebro aplica los dos miedos aunque sean contradictorios: ¡Muévete!... y... ¡pero qué haces, pensando en moverte! En la fibromialgia no es rara esa situación de locos: recibir castigo tanto si te quedas quieto como si pretendes caminar un poco...

No tengo respuestas para todas esas preguntas pero estoy convencido de que el cerebro tiene razones para activar programas y que esas razones proceden de su instinto defensivo. En mi opinión es fundamental explicar a los pacientes que en todo este embrollo no hay una enfermedad sino un cerebro asustado y confuso que exige, sin motivo, que nos movamos o que nos quedemos quietos. 

Los localizacionistas ya han descubierto la zona cerebral que construye el deseo incontenible de movernos: está en el córtex parietal posterior inferior. Un interesantísimo artículo de Science: Movement Intention After Parietal Cortex Stimulation in Humans. Science: 324, 811 (2009) firmado por Michel Desmurguet demuestra que estimulando esta zona parietal se consigue promover el deseo incontenible de movernos e, incluso, la convicción de que nos hemos movido aunque no se haya contraído ninguna fibra muscular. Paradójicamente, la estimulación de la corteza premotora frontal consigue el movimiento pero no su percepción. 

La voluntad de movernos o quedarnos quietos no es patrimonio exclusivo del YO.

 

lunes, 25 de mayo de 2009

El cerebro no es su mayordomo





La propuesta de afrontar el problema del dolor (no asociado a daño necrótico) con pedagogía en vez de fármacos es vivida con una dosis variable de escepticismo. Los pacientes acuden a la consulta acuciados por un dolor que no responde a los calmantes habituales y esperan que el especialista saque de la chistera un recurso extra poderoso, definitivo. Dan por sentado que ese recurso, "con los adelantos de hoy en día", existe. 


         - YO así no puedo seguir, necesito una solución. Tengo un negocio que atender y no puedo pasarme el día entero en la cama. Deme algo que, al menos, me permita seguir con mi trabajo. 


          - Lo siento pero el problema del dolor no es tan sencillo. No se trata de una infección: yo le receto un antibiótico, usted se lo toma, matamos al perro y se acabó la rabia. Primero debe saber lo que sucede pues es fundamental su colaboración....


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En la primera consulta se trata de conseguir la comprensión y aceptación del planteamiento: 


           - El cerebro activa errónea y angustiadamente el programa defensivo de alerta frente a un daño potencial y, usted, sin ser consciente de ello, participa activa o pasivamente en su desarrollo. Debe aprender a actuar de la forma más racional posible. Usted es quien puede inyectar sensatez en las decisiones de sus neuronas. No se trata de un problema químico sino de creencias, expectativas, temores... Su cerebro ha apretado el botón de la alarma interior y eso quiere decir que ha activado la química del dolor (colecistoquinina) a la vez que ha apagado los analgésicos internos (opiáceos, serotonina...). La química que yo pueda facilitarle para neutralizar esa situación interior es muy débil pero si conseguimos calmar a su cerebro, este repondrá las moléculas de la calma y usted se sentirá bien. 


           - Por probar no se pierde nada...


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El ronroneo mental con el que salen los pacientes de la consulta es impredecible en cada caso pero determina probablemente el resultado. Hay pacientes que han captado perfectamente la situación. Lo han entendido y creído y toman las riendas. Interiorizan las ideas básicas, las comentan con los allegados y deciden, de forma resuelta, afrontar la próxima crisis con recursos psicológicos: imágenes, conceptos, decisiones, derivación de atención, es decir con calmantes psicológicos. 


Lo que para el paciente son recursos psicológicos produce profundos y decisivos cambios químicos en la red neuronal. La calma psicológica del paciente induce la calma química interna. Los calmantes químicos externos, los analgésicos, intentan imponer esa calma por la fuerza. Si lo consiguen no es debido a que han restablecido directamente el orden molecular sino porque han calmado psicológicamente al cerebro:


La calma psicológica del individuo induce la calma química interna y el calmante químico externo necesita generar la calma psicológica interna para ser eficaz

Las cosas no son lo que parecen. 


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          - Intenté hacer lo que me dijo. Me concentré en pensar que no me estaba doliendo. Me repetía incansablemente: "no me tiene que doler, no me tiene que doler..." pero al final me tuve que tomar el calmante. 


          - Si su cerebro le exigió tomar un calmante para calmarse él es que considera que su cabeza corría peligro y que era absolutamente necesario protegerla con el calmante. No tiene sentido. Imagine que usted quiere beber agua. Abre el grifo y comprueba que sale hirviendo ("duele"). Necesita hacer algo para que vuelva a salir, al menos, templada para poder beberla. Acude al especialista de temperaturas adecuadas de aguas y le receta unos pequeños comprimidos de hielo. Usted los añade al depósito y comprueba que, efectivamente, al cabo de un rato el agua empieza a salir algo menos caliente. El hielo ha calmado la temperatura del agua. En realidad su cerebro no quería que bebiera el agua: la consideraba peligrosa... y, por eso, la ha calentado. Para autorizar que se la beba ha exigido, al parecer, que usted le añada unos hielitos mágicos. Si no obedece aumentará la temperatura. Si, por fin, se aviene a sus extrañas razones y se toma los hielitos, le irá suministrando agua un poco menos caliente. El cerebro maneja el mando del agua fría-caliente según le parece.  


           - No acabo de entender. Me cuesta aceptar que exista otra persona dentro de la cabeza que toma decisiones según su criterio y que se empeñe en obligarme a tomarme un calmante para calmarse él. Es como si el patrón pidiera primero un poco de dinero al asalariado para proceder luego a darle el sueldo. Si no sucede nada, tal como afirma usted, tengo derecho a que no me duela. Exijo a mi cerebro que me deje en paz. Lo hice pero no me hizo caso, al parecer...


           - Tendría sus razones, sus temores... No es una cuestión de derechos ni de qué o quién manda. El cerebro es una red de memoria predictiva. Recuerda el pasado y lo integra con el presente y el futuro. No es una persona interior, irracional y obcecada. Usted es esa persona. Debe actuar racional y calmadamente. Si se angustia porque no ha tomado los calmantes no hay nada que hacer. 


            - No acaba de convencerme. Si el cerebro funciona así no veo cómo voy a conseguir lo que quiero. Necesito que el cerebro sea una persona interna pero a mi servicio. Como si fuera mi mayordomo... "Quiero beber agua. No me la traigas hirviendo como la otra vez..." 


            - Un cerebro a la carta para los asuntos internos sería un desastre. Afortunadamente el cerebro nunca será su mayordomo. Es más fácil que sea justo lo contrario... que usted sea el mayordomo de su cerebro...